Por Nicolás Quezada

 

Aún recuerdo de niño la vez que presencie como todo el barrio se reunía alrededor de un fuego sin entenderlo. Viendo como pedían moneitas pal judas, pedían ropa usada y recolectaban objetos de todo tipo; la mayoría inflamables y perfectos para imitar un cuerpo para luego juntarse alrededor de este y ver como era consumido en la hoguera, riendo, gritando de alegría, todos compartiendo en la noche alrededor de esta fogata, alrededor de la lumbre, sin embargo el fuego no siempre significa algo bueno como ha sido para este territorio, Valparaiso.

Allimapu mejor conocido como Valparaíso, tierra quemada en mapudungun es nombrado por lo pueblos originarios por el tipo de tierra que se encontraba en la zona (arcilla roja, tierra de tonos opacos) estaba habitada por los changos pueblo indigena cazadores del borde costero, utilizaban canoas e implementos de pesca. para realizar su asentamiento quemaron parte de este territorio, con eso comienza su historia. A la llegada de los colonizadores para acabar con la tribu utilizaron mayormente el fuego quemando la aldea situada en este lugar marcando un hito, como surge esta ciudad y como es destruido a manos del fuego y así comenzar a reconstruirse. No es ajeno mencionar todas las catástrofes que han sido causadas por este motivo a lo largo del tiempo, destruyendo el territorio en beneficio de otros.

Si entendemos esto como transformaciones a base de las llamas en donde se destruye para volver a construir, no refleja el concepto que tenían de fuego los pueblos originarios, para los selk’ nam en su ceremonia kloketén es cuando el cambio del niño hacia la pubertad, limpiando sus caprichos y travesuras. Una llama purificadora para el espíritu, sin embargo con el pasar de las épocas se desvirtuó su uso, destruyendo la conexión que existió en algún momento, lo utilizaron  para destruir bosques nativos, quemar la tierra para construir edificaciones, quitando vidas sin escrúpulos ni pensando en las consecuencias que esto podría traer solo pensando en beneficios, bienes materiales y destruyendo así el territorio, pero no su alma.

En la pintura que es realizada por Andres Jacome Parra con el nombre de “Ritual” situada en la sala Farol de la Universidad de Valparaiso como muestra honorífica de la Bienal. Se puede apreciar un barrio, su barrio, en el cual hay tonos oscuros demostrando la noche, se identifican a personas de espaldas, casas, unas zapatillas colgando de los cables y  en el medio con fuerza, vigor un gran fuego, llameante, una luz dentro de toda esta oscuridad, la quema del judas, tradición porteña oriunda de los cerros, una festividad que renace desde la población obrera, marginal y periférica. una demostración de unión en el territorio como lo hacían nuestros antepasados, todos reunidos alrededor de las llamas quemando al traidor, quemando al que rompió los códigos. Como bien lo expresa el título de la obra, un ritual emblemático que le pertenece a la gente de los cerros, algo propio, que genera una identidad única logrando una unificación en el territorio, de que no es solo una pequeña festividad sino una forma de luchar para respetar los principios de esta tierra, Allimapu y por todas las adversidades que ha pasado, pero siempre renaciendo de las cenizas.