Existe una teoría según la cual el arte sale por nuestros poros desde nuestra infancia más remota. Allí somos pintores, escultores, actores y cantantes. Pero mientras crecemos, no sólo dejamos de dibujar y cantar, también perdemos el vínculo con nuestras manos y con nuestro cuerpo. Recuperar esta conexión, es la destreza de la danza. Por Franco Cárcamo Luego de siete meses de trabajo, los catorce jóvenes que forman la Compañía de Danza de dirigido por Marcela Rendic y presentado en el Festival Volar, el gran evento que pone fin a los talleres artísticos del Centro Cultural. Como su nombre sugiere, esta pieza se sumerge en las rutinas de los vendedores ambulantes, oriundos de todos los caminos con sus veredas, retratando sus movimientos, gestos y sonidos en una pieza que plantea un gran desafío para estos jóvenes y novicios intérpretes: el de la existencia en movimiento. Y es que la danza, a diferencia de otras artes escénicas, deja muy poco espacio para los errores. Los lenguajes son exactos y cada paso sólo puede realizarse una vez, sin poder recurrir a algún maquillaje. Están solos, ellos y sus cuerpos. Con la particularidad de tomar como referente un escenario familiar para la mayor parte de los chilenos, el público efectivamente puede rastrear a los vendedores ambulantes tras estos jóvenes. Los vemos en sus cuerpos torcidos, en expresiones que mezclan expectación y aburrimiento y en los silbidos que nacen para llamar la atención de un casero invisible. En ese mismo sentido, el trabajo sonoro de Rodrigo Ríos Zunino aporta grandemente a la obra, no solo por acompañar a la acción y hacerla más comprensible, sino por crear interesantes espacios sonoros, introduciéndonos en los paisajes imaginarios en los que deambula la acción. Las coreografías, inteligentes y atractivas, dialogan de forma interesante con carros de supermercado, paños y cajones, abstracciones de los ambulantes que en vez de trasladar la mercadería, parecieran ser ellos los movilizan a los vendedores en su deambular eterno. Un vagabundeo lleno de calles sin salida y giros en U que los hace estrellarse entre sí, pero que en su representación corográfica ofrece un gran número de cuadros seductores y fotográficos. Pese a ello, el gran aprieto de la obra radica en que las habilidades de los intérpretes no terminaron por acompañar una coreografía tan bien pensada, exigiéndoles una experticia y un rendimiento físico que resultaba difícil para estos intérpretes, dando como resultado movimientos que parecían poco precisos o una sincronía que no logró llevarse a cabo del todo. Por último, sorprende el papel que tiene la interpretación en la danza, especialmente en rostros y expresiones que pareciera, no fueron tomado lo suficientemente en serio. La poca relación que tenían los unos con otros y que develaban experiencias previas en materia de teatro, generó que este conjunto de piezas no terminaran de cuajar en un diálogo que en ocasiones parecía sordo. Ambulantes” tiene tras de sí un trabajo que no se reduce a lo coreográfico, sino que pone sobre el escenario observaciones profundas, ejercicios insistentes, azares, victorias e inseguridades. Nos muestra un colectivo que paradójicamente, deambula en una de las disciplinas más puristas y exigentes del arte. Su prueba, es ni más ni menos, que recuperar la llama que hervía nuestros cuerpos infantiles, para ponerla a disposición de una mímesis que mezcla delicadamente la intelectualidad del análisis, con el caos del cuerpo. La obra se presentará el jueves 12 de diciembre a las 20:00 horas en dependencias de Balmaceda Arte Joven Valparaíso. Entrada liberada. “Ambulantes” está basada en el texto “Monedas Callejeras” del escritor y periodista porteño Cristóbal Gaete (Perro De Puerto Ediciones) quién en su investigación nos relata como se desarrolla y sitúa en las calles el comercio informal o ambulante, teniendo un arraigo histórico e identitario en Valparaíso.