Por Rafael Cuevas Bravo*

El taller “Cordel” se instaló recientemente en la Plaza Echaurren de Valparaíso (como parte de la programación de FAV 2015), enseñando a crear de manera colectiva liras populares —décimas ilustradas mediante xilografía— que son impresas, cantadas y colgadas en cordeles alrededor del espacio ocupado por el taller. Por un lado, se introduce la historia de las décimas y la forma de escribirlas, y por otro, se practica la xilografía que ilustrará las liras populares. “Cordel” es coordinado por el periodista, músico y gestor cultural Pablo Morales y en él participan además las artistas visuales Fabiola Agnes y Priscilla Solari y los músicos Lito Celis y Claudio Martínez.

Resulta interesante analizar cómo se difuminan las barreras entre autor y receptor en el taller. Este representa la multiplicidad de fuerzas creadoras que se involucran en él: la producción de una lira popular implica a un escritor y a un grabador, y el espacio mismo que facilita el taller permite que la creación de las décimas y los grabados tengan aportes de varias personas, que van construyendo y moldeando la obra desde enfoques distintos.

El arte se sociabiliza, el sentido de autor desaparece —queda consignado por una firma que poco peso tiene en comparación al proceso creativo que hay detrás—. La firma de la lira popular implica la cristalización de una cultura popular bajo el peso del autor: la corriente propia de la tradición oral se estanca a través de la inscripción escrita; en el caso de este taller, se conserva la flexibilidad de la obra nunca acabada y del autor nunca definido en el proceso mismo de escritura y dibujo.

El taller actualiza un medio artístico de expresión y reanima su carácter popular; al entregarse la décima a la comunidad, despierta de su condición de pieza de museo folclórico y se esparce como una vía vigente para entregar un mensaje. De esta forma, cada nueva décima escrita en este espacio, del todo abierto y colaborativo, resultará en una muestra fidedigna de la contingencia actual. No se recrearán contextos ajenos, sino que se reconstruirá el propio.

Y no es solo mediante la mera escritura y dibujo, sino también mediante la interpretación musical de las décimas que estas se reinventan: el proceso de creación es constante, nunca termina por finiquitarse, porque incluso sobre la base creativa de las liras populares queda espacio para una nueva lectura, dada esta vez por los músicos que son, además, los mismos encargados del taller.

Rodolfo Lenz identifica en su estudio sobre la poesía popular impresa en Santiago de Chile, al poeta popular como un hombre docto, y el único que deja evidencia tangible de folclor; la verdadera expresión popular en el siglo XIX era inmensa y conocida por la mayoría, pero poco propensa a escribirse debido a su raíz oral. Hoy la situación es diferente: la contingencia y la cultura tienen un registro escrito mucho más amplio, pero la escritura, aunque masificada, se ve ejercida como medio efectivo de comunicación por grupos comunicacionales específicos. En este sentido, el taller hace visible la voz de la escritura, la vuelve a plantear como una herramienta posible para dar cuenta de realidad y contingencia.

En “Cordel” se confunden los conceptos de autor, obra y espectador. No es el carácter pedagógico del evento lo esencial, ni siquiera la producción misma de liras populares, que poco sentido tendría sin la previa comunicación entre participantes y organizadores; la esencia está en la comunicación creativa, en la construcción de un entorno escritural común, donde el autor no existe o existe en múltiples formas, y en donde cada “obra”, ya sea grabado, décima o canción, posee múltiples capas que la conforman. “Cordel” es una obra artística en sí misma, que apela a la comunidad, al arte como expresión de una cultura, de una sociedad.

*Alumno del III Laboratorio de Crítica Cultural de Balmaceda Arte Joven Valparaíso.