En la penumbra se sitúa nuestra emotividad. La incertidumbre y el temor a lo desconocido quedan en evidencia cuando nos permitimos despojarnos de lo visible, sintiendo lo real.

 

Por Viviana Pérez Riveros

 

Inspirada en el cuento “La noche de los feos” de Mario Benedetti, la obra de marionetas para adultos “Feos”, escrita por Guillermo Calderón y dirigida por Aline Kuppenheim, se presentó recientemente en el teatro Municipal porteño.

Previo a la función, se oyen comentarios del público alusivos al teatro de marionetas.  Algunos, en tono de duda respecto al tamaño de los objetos, se preguntan si “acaso se irán a ver”; sin embargo, a pesar de  esa “pequeña” incertidumbre, se percibe una buena acogida en el ambiente. La fila antes de entrar, el sol, y el olor emanado desde los carritos de anticuchos, son el escenario de las expectativas, donde la gente ríe, paciente.

Ya en escena, vemos a un hombre y una mujer protagonistas. Ambos con claras deformidades físicas, se observan tímidamente en la fila del cine. Él, inseguro, al salir de la función, la invita a un café. Ella, luego de pensarlo, acepta.

Lugares como el cine, el café o la calle, se proyectan como sencillas representaciones con tintes nostálgicos. Como primera impresión, detener la mirada en el fondo del escenario, fijando la vista en una realidad más pequeña, lleva a recordar los antiguos juguetes “View Master”, donde la experiencia era ir descubriendo cada detalle que aparecía ante los ojos: esa diminuta realidad, que incluso tenía tres dimensiones dentro de un pequeño visor plástico, era revivida. Esta vez, desde las butacas del teatro.

Con atrayente sutileza, emergen y se esfuman en escena algunos objetos que parecen reales. Sonidos mínimos pero consecuentes acompañan la conversación de los protagonistas, quienes en una supuesta tensión entre la belleza y el horror nos aseguran que el equilibrio es inexistente: la rareza y la deformidad triunfan en la construcción de sus personalidades.  

En un extenso diálogo, comentan sus duras vivencias, marcados por la evidente deformidad de sus cuerpos. Anécdotas de infancia, juventud, o el modo de enfrentarse a una eventual pareja, son sólo algunos de los tópicos que los acercan, al punto de sentirse identificados.  

Se despliega un montaje donde los puntos de luz son estratégicos: lámparas colgantes, un sencillo poste, o una pequeña lámpara de interior. Más allá de esto, la “no-luz”, la penumbra, las incesantes sombras que cubren en parte a los actores manejando cada marioneta, dejando entrever los rasgos faciales de los protagonistas… aquellas grietas, rugosidades de la piel, volúmenes y hendiduras enaltecen su complicidad.

En el silencio de la sala, estremece el relato: “Esta gente no nos ve, no puede… se ven entre ellos, no con la certeza de nosotros”. Directo, sin más, convergemos en la vereda profunda, y presenciamos una escena de encuentro en la oscura habitación de él.  Esta vez, los sentidos se despojan de caretas para concentrarnos en la fragilidad, alterando el constante desinterés por descifrar los parajes del abandono.

Desde las sombras, sin importar los detalles, unos cuantos sonidos cotidianos se vuelven inquietantes. Los personajes son espectros carentes de refugio. Ruidos, visiones intermitentes y sesgadas en la penumbra,  son el incómodo espacio donde escurren los sollozos: “Prefiero verte sin poder mirarte a imaginarte”.

Como adaptación del texto original de Benedetti, la obra despliega detalles y anécdotas que acercan al espectador a lo concreto, a un lenguaje coloquial y sencillo.  Cada relato nos conduce a una trama donde sentir vale más que imaginar, situándonos en la oscuridad  profunda, aquella que en ocasiones nos desestabiliza, pero nos despoja de toda apariencia. Nos enfrentamos a la desnudez del alma, nos atrevemos incluso a cuestionarnos si el propósito de la compañía de generar una “ilusión de vida” con sus marionetas recae sólo en eso.

Ficha Artística

Dirección Aline Kuppenheim

Texto Guillermo Calderón inspirado en el cuento La noche de los feos de Mario Benedetti

Producción Loreto Moya

Manipulación Aline Kuppnheim, Etienne Bobenrieth, Ignacio Mancilla, Catalina Bize y Gabriela Díaz de Valdés

Voces Francisco Melo, Roberto Farías y Aline Kuppenheim

Duración 50 minutos sin intermedio