por Ítalo Mansilla

Es común que el cine se utilice como un instrumento mediático, artístico y reflexivo en donde se intenten cristalizar malestares o conflictos que se consideran relevantes para la sociedad. Esta función no es nueva y, sin embargo, las acciones del Estado provocadas por el cine y las películas son muy escasas, por no decir prácticamente nulas. Caso contrario es lo que sucedió con “Colonia” (2015) del director Florian Gallenberger.

El pasado 26 de Abril el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, anunció la liberación de documentos relacionados con Colonia Dignidad diez años antes de la fecha que estaba estipulada legalmente. Esta decisión es particularmente importante por dos cosas. En primer lugar tiene que ver con que una gran cantidad de material será puesto a disposición de investigadores, historiadores y periodistas que estén interesados en estudiar la tenebrosa secta ubicada en Parral, de la cual aún hay mas dudas que respuestas. De esta misma forma, se dispondrá de antecedentes que se espere sirvan en las causas judiciales que llevan adelante las víctimas de Paul Schäfer.

Por otro lado estamos en presencia de un fenómeno que no es tan común. Nos referimos a la influencia que generó la película en el gobierno alemán para llevarlo a actuar y referirse a las violaciones de derechos humanos cometidas contra sus propios ciudadanos en suelos chilenos, por causa de las deficientes acciones de los germanos en materia diplomática.Estamos en presencia de una ruptura histórica provocada por el cine, y es que la relación entre estas dos áreas no es nueva ni inocente;  el presente y el pasado están en una tensión constante que nos obliga a pensar la primera desde la segunda, y viceversa.

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Es interesante notar la puesta en escena que tiene el film, y como narra el cambio violento desde la UP a la Dictadura. En esta hay una provocativa muestra del rápido control total que obtienen los militares en el país y la flaca resistencia de la izquierda, la cual era incapaz de ayudar al protagonista Daniel (Daniel Brühl) una vez es llevado al centro de torturas. Se podría pensar que estamos en presencia de un thriller en donde la ficción se exagera con tal de crear una espectacularidad del relato, lo cierto es que si bien el romance entre Lena (Emma Watson) y Daniel es en torno a lo que gira la película, no podemos dejar pasar la idea de que esto es sólo una excusa para mostrar el régimen que se vivía dentro de Colonia Dignidad.

Como ya se ha adelantado la película trata de Daniel, un alemán partidario del gobierno socialista de Salvador Allende que es detenido durante el Golpe de Estado de 1973, para ser torturado y posteriormente llevado a la comunidad presidida por Paul Schäfer. Luego de esto, su novia Lena viaja hasta la colonia alemana para rescatar al protagonista, es así que debe cumplir y adaptarse a las reglas teocráticas casi orwelianas de la secta para lograr su cometido. El control de la vida y el cuerpo humano expuesto en “Colonia”, es mucho más sombrío de lo que se escenifica si tomamos en cuenta que en la Colonia Dignidad real, la histórica, no había lugar donde ir, el afuera no existía por lo que cualquier intento de escapar era en vano. Una pesadilla en donde la complicidad de la dictadura y la intencional ignorancia del gobierno alemán convertían la vida de las víctimas en un infierno kafkiano que los reduce a un eterno retorno a la prisión.