De barras y masas: la resistencia hecha celebración Artes Visuales por Nimrod Silva, participante LCC 2019 El fútbol como deporte, la cultura futbolera y las pasiones que despierta este deporte me son ajenos. Si consideramos además los estigmas que habitan en este espacio deportivo, tanto en la cancha como en las graderías, podría pensarse que el fútbol es una actividad violenta, de poco valor estético y lejana a las artes. Podría pensarse incluso que no hay relación alguna entre ellas, sin embargo, tras la exposición “Barras” de Camilo Ortiz en la Galería de Artes de BAJ Valparaíso, somos capaces de observar no solo puntos de encuentro entre ambas sino además participamos de una bella complejidad en el objeto “barras de fútbol”. A través de la representación del público de distintos equipos nacionales, realizada en Xilografía, la obra de Ortiz nos permite ser parte de un entramado cultural complejo: por un lado se mezclan elementos simbólicos identitarios del público de cada equipo en el uso de colores, de banderas, escudos y lienzos, que construyen un imaginario único de cada equipo; y por otro, nos entrega una propuesta de imágenes, casi abstractas, en las que el individuo se pierde para ser parte de un colectivo: brazos en alto, caras y formas humanas se entremezclan en una masa, perdiendo la noción de lo individual para dar paso a una personalidad de construcción colectiva. La complejidad del tema que presenta la obra reside en el contexto social en que se sitúa: una sociedad cada vez más individualista. Las barras nos muestran una resistencia a esta idea, erigiéndose como un espacio abierto, de reconocimiento de una identidad que trasciende a un partido y a un momento histórico para hacerse parte en dimensiones culturales y fuertes tradiciones familiares. Como menciona Kapuchinsky en La guerra del fútbol, en “América Latina las fronteras entre fútbol y política son muy, pero muy débiles (…) Los que pierden son llamados traidores a la patria por los periódicos”. En un momento marcado por la pérdida de los espacios cotidianos de encuentros es relevante resaltar la figura de la barra como un constructor de discursos y cultura desde el “lumpen” o lo popular. La fuerza latente de estos grupos reside en su potencial para incidir políticamente y en la oportunidad para instalar y develar temas en la sociedad desde la horizontalidad, aprovechando su carácter masivo dado por los medios. Ejemplo de esto es el “Frente 3 de fevereiro”, quienes a través de intervenciones artísticas tensionan al racismo en la sociedad brasileña. El uso de una final para masificar su mensaje político usando un banderín con el mensaje “dónde están los negros”, nos demuestra que una barra consciente de su cultura y de su influencia resignifica su propio valor frente al canon establecido, deformando los límites de la imagen que se construye desde el discurso hegemónico. En este clima de movimiento y jolgorio que genera cada pieza de la muestra, Ortiz nos acerca a la pasión del hincha a quienes nunca la hemos vivido (y que tal vez incluso nunca pensamos vivirla), nos hace palpar la sensación de carnaval y reconocer el lenguaje común de los integrantes de las barras; la pasión, tan propia de este deporte, se nos presenta de una forma estética sencilla y real; no desde la cancha, no desde el balón ni a través de los ídolos, sino desde la escena misma de lo que sucede en las graderías.