TAMBIÉN SOY DE AQUÍ, 1973 Artes Visuales Por Ignacia Cabal La memoria compartida de chilenos exiliados o bien, de quienes se quedaron, es un recuerdo que hace eco en aquellos que con el tiempo se volvieron artistas. Donde sus destinos parecieran ser sometidos a detenerse en algún instante de sus vidas en retomar y volver a ese incidente. Rodrigo Gómez y las paredes que acogen su residencia en Sala Galia, se destacan por ser un espacio de reunión y diálogo en torno a lo que pareciera ser el living de su casa. Acompañada por elementos como un tocadiscos y sillones que hacen de este espacio, como lo dice el artista, un acto inmersivo para “habitar la galería”. La sala la componen una mesa y otra mesa acompañada por otra, instaladas a modo de taller delimitando el espacio del artista donde se instala a trabajar durante el tiempo de la residencia a modo de propuesta. En sus obras existe una lectura atemporal de imágenes de situaciones varias, las cuales son acompañadas por una serie de siete ediciones, entre ellas, libros y revistas. Cada una de ellas almacenan en su interior la captura de imágenes que se materializaron en impresiones sensibles de lo biográfico, la identidad y el arraigo territorial. Todas estas desde su propia experiencia. Las impresiones en blanco y negro se desprenden de las páginas y se instalan en las laterales de la sala uno y la que le continúa. Algunas de estas láminas a color y enmarcadas, otras expanden su mirada en potentes escenografías definidas y contrastadas en tonalidades grisáceas, negras y blancas. Ejemplares como “Repertoire” (2013), es una recuperación y confección desde archivos familiares un homenaje a su padre Raúl Gómez, exiliado político chileno. En este libro se detiene a seleccionar una por una, entre miles de fotografías, anotaciones y postales más de 150 diapositivas las cuales van acompañadas de breves anotaciones reconstruyendo esta biografía compartida. Las historias que acompañan las fotografías cotidianas que incluye el artista en su libro, me hacen recordar de inmediato los relatos contados en el documental “La ciudad de los Fotógrafos” (2006). Donde comentan que por un tiempo la historia visual y periodística en Chile se vieron censuradas en medios de comunicación como revistas, periódicos, panfletos, entre muchos más. Las nulas fotografías esta vez posaron ante un recuadro en blanco, dejando un vacío o una vaga silueta de lo que no pudiera apropiarse la imaginación. Parafraseando a “Kamikase”, uno de los fotógrafos entrevistados para el documental, comparte que desde que se dio cuenta que lo único que no se puede negar, era una fotografía, entendió que esa era su arma. No hay distancia que no me haga detener y acercar ambas muestras, me refiero a Eduardo Vilches, quien en su exposición en el Museo Baburizza, expone “Grabados (1690 – 1974)”. Algunos de sus grabados provienen de recuerdos de su infancia donde desde grande comienza a trabajar en ellos, otros tratan de pasatiempos que tenía en el taller 99 y otros abstraídos por la tensión de la censura. Grandes formatos de formas y color componen sus xilografías y serigrafías, donde se puede apreciar las siluetas de agentes no identificados, partes de cuerpos varios y algunas escenas que se pudieran comprender como parte de este contexto. Obras como “Retrato X”, “Manos I” comparten en este tipo de gráfica un parecido con aquellas revistas y periódicos donde la imagen fue desplazada a causa de su poder. Ambas exposiciones nos acercan a un espacio de contemplación, en donde Goméz recrea un tipo de casa donde sí se puede hablar de política y donde Vilches nos invita a hacer más hábiles e imaginar y completar siluetas y contornos cargados de sentido para el que puede ver más allá.